martes, 17 de julio de 2007

Acerca de Antonieta Rivas Mercado

Antonieta Rivas Mercado,hija del reconocido arquitecto Antonio Rivas Mercado, se ha escrito y recordado a través de la historia como la mujer que luchó incansablemente contra el México conflictivo y desmesurado en busca de una deseada libertad que quizá jamás conoció. Nacida junto con el siglo XX en un país que gracias al paternalismo del gobierno porfirista parecía estar bajo orden hasta la víspera de la revolución con la cual sobrevinieron los grandes cambios económicos, políticos y sociales.
En aquella época, las raíces y el amor hacia el territorio, la gente, las virtudes y bondades de este país cuando apenas nacía el siglo, formaron parte esencial de la educación y entendimiento de aquella familia, pero sobre todo en Antonieta, quien años más tarde se constataría al financiar y animar grupos culturales de gran relevancia, hasta consumarse como mecenas de la cultura en México del siglo XX. Se decía que quien quisiera abrir una puerta cultural en México debía conocer a Antonieta Rivas Mercado.
De su iniciativa surgieron salones literarios, teatro experimental, la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México y el estímulo de una importante corriente plástica. Colaboró en la revista Ulises, que dirigían Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, donde debutó como escritora con una reseña bibliográfica del libro En torno a nosotras, de la española radicada en México Margarita Nelken. En este artículo aflora su teoría feminista: "La mujer es distinta del varón y debe afirmar su diferencia en vez de aspirar a igualarse".
También colaboró en la revista Contemporáneos y en El Sol, de Madrid; patrocinó el Teatro Ulises, el Teatro de Orientación de la Secretaría de Educación Pública, ediciones y exposiciones. Luis Mario Schneider dice: "Aunque la propia obra de Antonieta se ha ido recuperando en los últimos diez años, su papel como impulsora de los artistas más reconocidos del momento como Novo, Villaurrutia, Owen, Gorostiza, Lazo, Castellanos, Henestrosa, Carlos Chávez, Isabela Corona, Montenegro, Lupe Medina de Ortega, entre otros, fue siempre bien conocido" y más aún, reconocido a través del tiempo, hasta nuestros días.
Mientras voy conociendo y gozando a esta magnífica dama y me adentro a lo más profundo de su ser, un remolino de incertidumbre me asalta y me lleva por el laberinto de sus ideales feministas, políticos y sociales hasta topar con sus relaciones amorosas, aquellas relaciones que quizá marcaron el fin de su vida bajo la máscara de desesperación e inestabilidad; me doy cuenta que existe un factor común en todas ellas: la frustración, el desencanto y al final la traición.
Empecemos por nombrar la frustrada relación con su esposo Albert Blair: Antonieta toma la responsabilidad de ser, a los 18 años, esposa de este joven ingeniero estadounidense que vive de cerca la revolución al seguir los ideales de sus amigos Raúl y Julio, hermanos de Francisco I. Madero, que se sumaron a sus planes de reforma política. De este matrimonio nació el único hijo de Antonieta, Donald Antonio Blair Rivas Mercado, el 19 de septiembre de 1919. Y de la incomprensión al desaliento surgió el caos que los orilló a la separación. Con el afán de mantener a su hijo bajo su protección, Antonieta se vio en la terrible necesidad de enfrentar a las autoridades tras una demanda por abandono de hogar, lo que le costó años tramitar su divorcio.
Más tarde, en 1927, tras la irreparable pérdida de su padre de 73 años, Antonieta, heredera de todos los bienes de los Rivas Mercado, tomó el control completo de sus hermanos y de su casa, si antes lo había asumido bajo el apoyo de su padre, ahora tendría que hacerlo sola y su conciencia sería la que dictara su actitud.
Es el momento culminante de su vida. Se introduce de lleno al medio cultural; ya no sólo se abocó a leer a Remy de Gourmont, Baudelaire, Verlaine y otros autores más, sino que plasmó su inquietud cultural al conocer y entender la obra de muralistas como Diega Rivera, José Clemente Orozco; pintores como Frida Kahlo y Manuel Rodríguez Lozano, entre otros; este último, convertido en su obsesionado amor una vez más no correspondido. En esta ocasión, en términos angustiosos, la inclinación sexual de Rodríguez Lozano no le permitía ver en Antonieta a la mujer, sino sólo a la amiga cautelosa e inteligente, a la compañera de reunión para ubicarse en una misma afinidad tanto filosófica como literaria.
Es así como de esta frustrada relación "amistosa" nacieron más de 80 cartas de amor hacia el pintor en las cuales expresa sus más profundos y sinceros sentimientos, lo que la hace una mujer entregada y nunca correspondida.
Más adelante, José Vasconcelos marca un parteaguas en la vida de Antonieta, no sólo como la protagonista de su desgastante campaña por la Presidencia en 1929, sino como eje central de lo que sería su trágico final: su suicidio. Donándole todo su recurso económico y humano, traspasando el límite de la quiebra y el límite de su salud; Antonieta, además de su fiel compañera, es quien realiza los discursos, lleva a cabo el diario de actividades y, sobre todo, los gastos. Lo acompañó hasta los lugares más solitarios para realizar proselitismo y, finalmente, al ver la inexorable respuesta de José al enterarse de su fracaso como candidato es ahí cuando se convence de que, una vez más "... nadie necesita de nadie, sólo de Dios...", como se lo dijo Vasconcelos una noche antes de que ella tomara la decisión de despojarse de la razón, el entendimiento y el cuerpo.
Finalmente, el Cristo Crucificado de la Catedral de Notre Dame en París, Francia, fue mudo testigo de la desesperación que desembocó en el ruido ensordecedor del arma que puso fin a su vida el 11 de febrero de 1931.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me interesa mucho el tema

¿tienes más información?

Saludos!